He de reconocer a Einstein como al
Nostradamus del siglo XX? Pues igual sí, vete tú a saber, ya que su
teoría de los portales dimensionales, parece hacerse realidad.
Sé
que algo extraño ocurre, que nada es como antes ¿Antes de qué? ¡Y yo
qué sé!. Antes de antes o de ahora. Antes, de cuando el abuelo ponía el
orinal bajo la cama y espantaba los fantasmas, por eso no temía. Antes de ahora, que
preferimos levantarnos en medio de la noche, del frío, del sueño, de los
encontronazos contra el marco de la puerta y colocar un plato de arroz con
leche bajo la cama que nos endulce la vida y recogemos hormigas.
El "Antes", cuando cansada del abstracto "marichulos vs feminazis" (así se apelan los
contendientes) decidimos cenar en el Chusco y, al entrar, ves esas cinco
mesas color miel, las cuncas de vino tinto compitiendo contra
Usaín Bolt en las Olimpiadas del 16 ya que, a la jauría le sería
imposible, por edad. Un lugar donde el blanco del escaso pelo es abundante, más que el blanco orín fantasmagórico del otro antes. Será que para no temer beben y gritan
o hablan todos a la vez para no escucharse, mientras en la tele
retransmiten el partido de Hof contra Liv y a nadie le importa. Ninguno
de los equipos va de blanco, quizás por eso. Allí, Enrique, el public relations director mezcla entre José Alias (fuimos migos hasta que dejamos
de serlo, diría Coelho, pero sé que vive, antes y ahora) y Vicente del
Bosque, come, bebe, fuma, habla, tiene boca bajo el
bigote... y en la cocina o sirviendo mesas o tras la barra o
lavando platos, hay una mujer. Ella, que tira más a la rama "del Bosque" que a
la "Vicente", arrastra la languidez impávida de la familia, el andar sin ganas, el dame una cama que no duermo. A pesar de la hora, conseguimos una mesa, que
abandonamos por turnos para seguir manteniéndola cada vez que buscamos
silencio. Allí, sentados más abajo de lo coherente, comenzamos a
encontrar sentido al Borroquinmabeibe. Es una simple cuestión de
experimentación y repetición: centrados los cinco sentidos en el vino,
los sujetos de canilla pelada ladean la cabeza para lanzarte una mirada matadora cada vez
que escuchan la palabra. Este lugar es especial, la energía
fluye o está estancada o, incluso, ni exista, pero algo ocurre con ese
árbol que da fresas, esos naranjos granates o estos limoneros azulados
del patio. Las rosas pelean por oradar el muro, traspasando sus espinas
al vértice más alto. Es un mundo al revés, un coche amarillo a la
izquierda y detrás a la vez, es un león que no lo es a pesar de tener el
nombre escrito. Por suerte, la comida está buena, si no a ver quién
aguanta ésto, que comienza a parecer un inframundo cualquiera <ayuda la voz de Enrique, tan Bajo que no se entiende. Pagados los 20€ de la tarifa plana, seguimos camino hacia horizontes algo más relajados. Lo llaman playa, pero es una enorme pasarela frente al mar. Allí, pese al gentío, ocurre todo lo contrario del "Antes". Es un mundo ordenado, silencioso, armonioso, educado. Los coches brillan, carecen de abolladuras, no hacen ruido, tienen tubos de escape con aroma a eucalipto, creemos que en honor de los que padecemos de bronquios y favorecer nuestra expectoración. El sol brilla lo suficiente, calienta lo justo y, si se pasa, la oportuna brisa acudirá pronta y silenciosa. Las casas están ordenadas, floreadas, inmaculadas, igual que el asfalto, el camión de la basura, los agentes de la ley y el orden. Hay bancos bajo los árboles del paseo, cada 35 pasos, y hasta las olas son modosas en éste mar de aceite. Hoy hay mercadillo en Pleasantville, mercadillo legal y perfumado, mercadillo de ropa y zapatos, de antigüedades, de felicidad, mercadillo de marca <dice una que se prueba una chaqueta de punto>, pero se acerca la hora del cambio. Donde hace 10 minutos había puestos de jarrones, comienzan a tiralinearse mesas y sillas, la hora de la cena. Las madres, los padres, los abuelos y abuelas, los niños todos y los perros que hubiere... se sientan en escalafón, sin levantar una voz más que otra y se sonríen y se aman y son guapos y rubios y hablan de los otros, más infelices y, algunos más jóvenes y adelantados, los de tez más bronceada, se estropean el aspecto que no los modales: son los underground, los correctamente incorrectos, los rebeldemente sumisos, los felices infelices, los poetas insensibles, los cultos incultos, los que entienden y no comprenden, los hombres que no son de antes, los de Ahora.
Y Ahora, que ya todos somos fantasmas y tememos
lo que aparece en la pantalla, a lo malo conocido, a lo bueno por
conocer, a lo correcto e incorrecto, a lo que se mueve, a lo que está
quieto, a hablar y callar, a la vida y la muerte, aunque todo sea cementerio. Ahora, que alimentamos al
monstruo desechando migas de pan por la ventana para que lo inunde todo
con su blanco cagar, tan blanco como el refulgente baño de orines abueleros porque, ya se sabe: de lo
que se come, se cría. Ahora, que todo ha sido corregido, normativizado, homogeneizado, cuadriculado, modelado, educado, acabará el verano y volveremos a la choza y tal vez escuchemos las noticias o leamos a Baudelaire o Bukowsky e iremos a trabajar y nos rozaremos con los de Antes. Tal vez encontremos un fósil bajo la alfombra o bajo la cama, al poner el arroz con leche, y pensaremos, de nuevo: "¡Ay, por dios, pobre gente!", mientras nos emocionamos por la suerte que corremos, nosotros que al fín nos hemos deshecho de arcaísmos y monoteísmos, nosotros que vivimos en libertad y en democracia. ¡No hay derecho, por dios, a que no vivan en el Ahora".
Y ahora que lo pienso, a lo mejor nada de lo que he escrito se entidende. Bueno ¿y qué?, les dejo el Borroquinmabeibe.