"Él no piensa en mi, no piensa en mi. Le importo una mierda, no siente ninguna empatía hacia mi, Claro, se va a casa de su mamaíta... Siempre tengo que pedirle las cosas, no piensa en mi". Un mantra que repite agazapada en la esquina de la terraza. El corrillo de mujeres, mientras, debate sobre posturas sexuales, vídeos de youtube o anécdotas banales que carcajean sonoramente. El tiempo es cálido, de finales de verano, aunque en la terraza siempre hace frío que combaten con café colectivo. Ella, siempre, se queda atrás. Se han colocado al lado opuesto mientras sigue entretenida liando un pitillo, con los pocos recursos que le quedan y el mantra que nadie escucha. Todas hablan de ella, es causa de risas y extrañeza.
Las observo desde la oficina donde se imparte el curso, 15 mujeres de distintas edades, posiciones sociales y conocimientos. Desde el primer día sobresalió porque despista. Nunca sabes de qué habla y si haces el esfuerzo de entenderla, todo termina en el absurdo y a menudo, en aburrimiento. Melena negra atada con una trenza hasta la mitad de la espalda. Su seguro y fuerte tono de voz habla de su origen vasco, del que se enorgullece. Concienciada y amante de la ecología ha dejado el centro de la ciudad por una vida en pareja y una casa, medio en ruinas, con un huerto que trabaja a diario y del que sueña vivir. Una especie de hippie-pija-sin concretar que mezcla objetos, ropa, palabras y conceptos sin aparente orden. Ha trabajado de limpiadora, operaria de montaje, colocando ropa en grandes tiendas de moda, explotada por etetes... "Siendo un número, solo un número". Pese a la enorme distancia con el resto de sus compañeras, se muestra dispuesta, amable, conciliadora. Acoge bien las bromas sobre su persona, quizás por que no detecta la crueldad con que se dicen..., tal vez, aunque sus tiempos de descanso los pasa, mayoritariamente, apartada o contándonos sus teorías y tristezas. Habla de sus razones para intentar aprender algo que, a tenor de las preguntas, resulta incomprensible para su cerebro. No diferencia venta de compra, cliente de proveedor, cuando sumar o multiplicar, la inicial seguridad de su voz desaparece ante un razonamiento lógico.
Perdida en el mundo de los números, convierte dudas en su propia historia familiar y así, como sin querer, habla de un padre rudo, de un hermano que no la acepta y una madre que la alienta, cansada de escuchar la misma historia día tras día. Sabe que no encaja y se esfuerza en demostrar sus conocimientos en otras materias, hundiéndose cada vez más. Ha memorizado algunos conceptos pero, por alguna razón, es incapaz de conectarlos y aplicarlos a la vida real. Aunque ha hecho un curso de ayudante de laboratorio, ignora que el yogur o el queso se hacen con leche. "Creí que eran suero". La palabra es su fuerte, que no la comunicación, ni la concreción, pero sí su maravillosa escatología. Sus deposiciones, sudoraciones, reflujos gástricos o mucosidades son narrados detalladamente cada mañana con la mayor naturalidad y como si de una tesis doctoral se tratase.
Está convencida que existe una regla no escrita que dice que una no es madre hasta que habla y enseña las fotos de sus vástagos. El avanzado embarazo de una de ellas hace que sea un tema recurrente intercambian experiencias y demostraciones de como educar, castigar o conseguir la perfecta convivencia. Escucha, asiente y siempre termina con la misma frase: "se presiona mucho a las que no tenemos hijos además, eso une mucho a la pareja". Las protestas de algunas la enmudecen, aunque en los días siguientes volverá a repetir las mismas palabras. Un nacimiento inesperado ha causado un enorme revuelo en las asistentes y en los días siguientes nos inundamos de recolectas y regalos para la nueva mamá. Dos días después aparece con un bolsón repleto de mermeladas caseras, leche infantil, pañales y biberones. En sus pechos se adivinaban discos protectores para la lactancia y, ante la pregunta de un posible embarazo convierte su seriedad perpétua en rictus resignado:"No". A sus treinta y pocos años adivinas un anhelo que no se cumplirá ahora.
Otra vez me pilla usted disfrutando de sus relatos...... que a pesar de su generosidad, siempre se me quedan cortos.
ResponderEliminarIntentaré ir agrandando la brecha, a ver si se hace lo sufientemente grande y acabo con el mundo. Kossar, D. Paco. Gracias.
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