Cualquier viaje es una aventura, un recorrido personal por el consciente y el subconsciente que te proporciona lo que hay. No lo que buscas, no lo que quieres o imaginas, lo que hay y que tú debes asimilar y reciclar, igual que en la misma vida.
Vivir, levantarte cada mañana es un viaje apasionante, peligroso o no, difícil o no, doloroso o no... depende de tu perspectiva, de lo que te consideres, de qué veas. Porque al llevar a los niños al cole, al salir a comprar, al pasear al perro, de camino al trabajo, ocurren cosas: hay tráfico, farolas estropeadas, personas caminado o esperando el bus, policías, repartidores, anochece o amanece, llueve o hace sol... y eres tú quien debe interpretar a los actores. Salir de casa crea una realidad nueva cada vez, aunque parezca la misma. Aunque estés cansado de ver al mismo tipo de siempre, es uno diferente porque se han mudado, se ha casado o divorciado, ha discutido con el vecino, ya no puede pagar la hipoteca o ha perdido su equipo de futbol. Las diferentes realidades varían a cada momento y eres tú quien debe aprender a nutrirse, a crecer con todas ellas. Da igual si duelen o no, si parecen banales o no, si te enferman o te elevan el mal, el dolor, la banalidad son armas que recargan el alma si tu quieres, si estás dispuesto, si te dejas, si aprendes. No existe felicidad o infelicidad, existen miopías, hipermetropías y astigmatismo. La presbicia, llega años más tarde.
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