lunes, 21 de octubre de 2013

Diarios de locura: Numi





Cuando a Numi lo nombraron presidente de la comunidad, supo que cambiaría el mundo. Desde siempre ha sabido que su papel en la sociedad iba ser preponderante, impactante, relevante. De niño era ocurrente, gracioso, inquieto, lo que se llama un niño malo, travieso, pero la edad lo fue domesticando a la vez que la voz se iba engolando.
Durante años, estuvo en el paro, no encontraba ningún lugar donde realizarse como hombre, tampoco lo buscaba, realmente. Se compró un antifaz antiluz para poder dormir hasta las 2 de la tarde,  y así levantarse una hora antes de que llegase del trabajo su señora esposa a hacer la comida, para adecentarse y limpiar un poco. Pero las mujeres tienen el sentido de la vista y el olfato más allá de lo común y siempre detecta su cara abotargada por la hibernación , la montonera de ropa sucia en el cuarto de la lavadora y las migas de pan en el suelo. No hablemos ya del pestazo a cenicero del salón, que hacía 4 días que no se vacíaba y las colillas esparcidas aquí y allá, bajo los sofás o tras la puerta. Se estaba hartando de tanta bronca diaria. Su mujer, no se daba cuenta que estaba sometido a demasiada presión. Es un hombre inválido al que le quitaron un músculo por el pernicioso trabajo de limpiacristales que realizó durante 2 años para su antiguo jefe, ¡ qué gran hombre!. Cuando lo conoció, supo que aquella era la vida que quería para él. Una bonita casa en la mejor zona de la ciudad, dos hijos, un pequeño automóvil para su esposa, un mercedes para él y la joya de la corona ¡LA HARLEY!.



Aquella tarde, mientras comían, su esposa le da el teléfono de alguien que podría emplearle en una empresa de limpieza  pero él argumenta sus deficiencias físicas. Sonríe, toma las dos manos de su churri y, con su carita de ángel, le explica que debe encontrarle otro empleo diferente y que ha quedado con los amigos el fin de semana, necesita airearse, una válvula de escape para retomar la semana con fuerzas renovadas.Sin olvidar que el sábado toca comida en casa de los suegros y el domingo en la de los padres así que deberá bajar el número de copas, 7 en vez de 8, que tiene que madrugar.

Su suegra le acerca una tarjeta de visita, adonde llamará el lunes y dirá que es el yerno de Marina, le están esperando para darle el trabajo de su vida: ayudante especialista en suministros mecánicos y eléctricos, es decir, almacenero. Su responsabilidad será máxima, de él depende que todos los ciudadanos tengan sus automóviles en buenas condiciones proporcionando los componentes a los talleres para el arreglo pertinente.

 Se congratula de su lenguaje adverbiante, pomposo, esdrújulo y refranero. Está comprobadísimo que la riqueza y sabiduría popular y lingüística se sintetiza en los refranes "hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo", "hoy estamos aquí y mañana allí", "no somos nada" y él debe demostrar su cultura. Su madre siempre le dijo que tenía gran oído musical y un talento especial para algo, aunque nunca le concretó qué exactamente. Tampoco importaba la sordera parcial que padecían ambos. En el trabajo, alababan su manera de hablar, su tono circunspecto, con aquella arruga en la frente tan característica de los hombres serios. Prueba de ello era que  los clientes importantes siempre le eran derivados porque con él se sentían mejor tratados.

Con su segundo sueldo, se permitió cumplir uno de sus sueños: comprarse LA HARLEY. La limpiaba semanalmente y se anotó a un club de moteros que, como debía ser, dedicaban sus conversaciones, sueldos y tiempo en personalizarlas. Se reunían los viernes por la tarde en una cafetería de la zona, donde se  enseñaban las novedades y el sábado salían un par de horas a pasear por los alrededores, era importante oler a gasolina. El domingo de mañana, quedaban en un lavado automático para el aseo necesario, el secado y abrillantado de los cromados y luego para tomar unas cervezas. Ser motero, es una forma de vida y Numi, pertenecía a ella sin duda alguna. Ambos cambiaron de vestuario, de aspecto físico, adoptaron el vocabulario, para no desentonar y pasaron de ser "cari " o " churri" a ser " michica" y "michico" Las mujeres hablaban de sus cosas, del traje que mejor iba con los repujados de cuero, de como debe comportarse alguien que va de "paquete" y de lo niños que eran sus chicos, pero... ¡ así son los hombres!. De vez en cuando, despellejaban a alguna por larga o atrevida, pero todas eran buenas amigas, entre mujeres hay que apoyarse.

Llegó el día que la pareja decidió que era el momento de dar un paso más, formar una familia. El pisito sería suyo en 30 años, los arreglos de LA HARLEY se financiaban con la no compra de tabaco, aunque no lo había dejado y el ahorro en las salidas semanales, los amigos pagaban lo que pasase de la segunda copa y unos pocos pitillos. Tendrían dos hijos, el número ideal. Para ello, debían comprar un coche familiar y un todo terreno era lo normal entre los de su posición, los triunfadores. Llegarían un poco justos pero,¡ Eran tan felices!. Pusieron a su descendencia nombres italianos, iban al parque, a los cumpleaños de los amiguitos de los niños, pertenecían al AMPA, pedían a sus pequeños que hiciesen la gracia a las visitas, y les regalaron lo que todo niño necesita para tener una niñez dichosa y sin complejos, LA PSP.  Él se hizo un hombre responsable aparcando la moto en el garage para sacarla solamente cuando le cambiaba el repujado del sillín o la posición del manillar. Cuando alguno de sus "cachorros" enfermaba en fin de semana, llegaba a las 3 ó 4 de la madrugada, para cuidarlos como amante padre y perfecto esposo. Todos sus conocidos y vecinos reconocieron en él a un ser de provecho y por eso le dieron el premio, tantas veces anhelado en silencio: PRESIDENTE DE LA COMUNIDAD.





Se propuso alcanzar las metas que ningún otro presidente había logrado, cambiar los jardines de la entrada, el portalón y colocar carteles de prohibido jugar en el patio privado del edificio. Presentó los bajísimos presupuestos necesarios ante sus incrédulos vecinos y logró, con su bien utilizado aunque ininteligible verbo, la aprobación de los mismos. Con sus propias manos colocó el anuncio de prohibición, luego entregó las nuevas llaves de la entrada a todos sus vecinos, pero todo gran hombre tiene su reto particular y el suyo comenzó el día que levantó toda la parte ajardinada. Nadie le había dicho que por allí pasaba una tubería y un joven inexperto terminó rompiendo, también, el revestimiento aislante del garage. Con su habitual aplomo, dialogó con los operarios y llegó a un acuerdo, lo solucionaría cuanto antes. Para ello, picaron todo el losado que rodeaba la finca, patio privado incluido, teniendo que revestir de nuevo de aislamiento toda esa zona, duplicando así la factura a pagar. Él, que se sabía  hombre de negocios, habló con el encargado  comprometiéndolo personalmente a traer una solución de su jefe. Aquello tranquilizó a Numi, aunque no demasiado a sus vecinos que empezaron a apodarle " El ingeniero" e intuían una obra sin fecha de término.
 . El jardín, donde antes había césped y rododendros con formas diversas se convirtió en la adivinanza de los niños del barrio que, dependiendo de su edad daban diferentes soluciones para el socavón allí formado, unos decían que si una piscina de barro, otros que si una piscina normal, otros que un túnel hacia otra dimensión y los mayores optaban por hacer un práctico huerto urbano con patatas, lechugas y unos cuantos tomates. Con tanta entrada y salida, el portalón nuevo tuvo que ser reemplazado, ya que las máquinas que arreglaban el losado debían guarecerse de la lluvia intermitente y algún operario olvidó sacar el dedo del interruptor de la radial cuando entraba. Todo se torcía pero Numi negociaba incansablemente con el encargado de la obra, un hombre muy razonable y de palabra.  Todos los días, a su llegada y a su marcha, mantenían una larga conversación que finalizaba en un apretón de manos. Después de varios meses de retraso y antes que comenzasen las lluvias fuertes, la obra concluyó y en el presupuesto estipulado. Con un pequeño esfuerzo comunitario, Numi organizó una merienda para inaugurar el nuevo jardín, tuberías y losado, sería el siguiente fin de semana, para dar tiempo al césped a germinar en pleno mes de noviembre. Hizo carteles en su impresora casera y los pegó en el portal, el ascensor y fue puerta por puerta para saber cuantos de sus vecinos acudirían . Sentía un gran orgullo al comprobar su nivel de convocatoria. Acudirían todos, sin duda algo impresionante.

Después de dos días de diluvio, decidió reunir a sus vecinos en el garage. Salían, cuando les dejaba el tiempo, a revisar los defectos de remate. Las pírricas plantas que dejaron en el jardín, el césped que no crecería jamás ( Sagrario, 2ºA, seguía empeñada en hacer el huerto urbano) y la diferencia entre unas losas y otras, detalles sin importancia en tamaña obra que acababan de ejecutar con la estricta vigilancia y las explícitas órdenes dadas por el presidente. Nadie dio importancia al pequeño charco que se había formado en el centro del habitáculo, todos lo achacaron a la entrada y salida con paraguas y pies mojados. El vino, los chorizos y el pan se agotaron a las 4 horas, entre risas, golpes en la espalda y apretones de manos, sin duda sería recordado por todos ellos, acababa de ser reconocida su valía. A partir de aquí, podría alcanzar cualquier meta que se propusiese. Fue una noche increíblemente dulce en el 1º B, los niños dormían y la pareja veía llover tras los cristales del salón. Desde allí vieron como alguna brizna de césped comenzaba a asomar. El triunfo era total.
No fue hasta las 6 de la mañana, cuando Numi bajó  para pasearse con LA HARLEY por la ciudad y lucir sus nuevas maletas de piel importadas de EE.UU, que se consumó la tragedia. Una cascada de agua terrosa bajaba por las cuatro paredes y el centro del habitáculo. Sin palabras, sin respiración, sin poder hacer movimiento alguno se quedó observando que, donde debía estar su joya, solo se vislumbraban dos trozos de piel con unos flecos flotando y la ventanilla trasera de su flamante Kia Picanto. Decidió dar media vuelta, ponerse de nuevo el pijama y buscar su antiguo antifaz antiluz.

Hoy, 9 meses después y la colocación del olvidado aislamiento, Sagrario deja en las puertas de sus vecinos zanahorias, tomates y lechugas. Le ha tocado el turno de presidencia.







2 comentarios:

  1. A veces lo mejor es echarse a perder.
    Muy buen relato.

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    1. A mi me gusta perderme, donde sea, con quien sea, por lo que sea. y con esa pérdida siempre me echo a ganar, no tengo remedio.. Muchas gracias, mister P

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