viernes, 28 de marzo de 2014

Mi nueva mejor amiga.




Tengo una nueva amiga, aunque no sé si nos volveremos a ver. Se llama Marta y tiene 6 años. Por casualidades, esas que ocurren, coincidimos en el mismo lugar y hora, ella con su colegio y yo conmigo, mis cascos, mis músicas y mis lios. Los que me conocen saben de mis obsesiones y mi forma de ver lo que me gusta. Me doy tiempo, todo el que necesite. Soy de las que se sienta a ver un cuadro y, si se tercia y lo tengo a mano, ponerme música para acompañarlo. En esta ocasión era algo que me encogía personalmente y en ese encogimiento me encontró Marta. Yo no la vi, ni siquiera sabía que existía, ni que pasaba por allí, no escuché el ruido de una clase en un museo pero, para mi suerte, ella sí se fijó en mí. Vio que unas lágrimas caían de mis ojos, suficiente para apartarse de su grupo y besarme. Su manita cálida, suave se paseó por mi mejilla en varias ocasiones y aquella ternura inesperada, aquella carita de pena intentando consolarme sin saber qué ocurría, no hizo más que incrementar el llanto y estrujarla de un abrazo. Mientras le contaba que no era tristeza lo que veía su profesora vino a arrebatármela, no sin antes preguntarme si éramos amigas. No conozco a nadie mejor para ello.

lunes, 10 de marzo de 2014

El rey y corazón de león.






Acabo de despertar y no estás. He dormido tan bien que ni me enteré cuando te fuiste. Me revuelco por la cama, todavía mantiene el calor y olor de tu cuerpo. Ya te echo de menos. Debería levantarme y desayunar, hacer algo, aunque no me apetece pero quedarme en cama sola no tiene sentido. Desmonto las sábanas y cuando termino vuelvo a dejarme caer de espalda en el colchón. Adivino un cielo plomizo a través del vaho de la ventana y este silencio ... ni coches, ni personas , ni viento. Mi cerebro me adentra en una bola de cristal, de esas en las que todo es medido, estático a no ser por la mano que mueve la bola para hacer caer la nieve. Imagino al mundo como una de esas bolas, enorme y el cristal la atmósfera. Gira y gira a  una velocidad de vértigo pero para nosotros imperceptible, como imperceptible es el tiempo hasta que ha pasado, imperceptible para la nieve que no cae si no la agitas. Suave, reposada rotación como el vaivén de nuestros juegos, de tu respiración al dormir. Mecida en ese pensamiento me despiertan los timbres de unas bicicletas. Me incorporo y voy a la ventana. La limpio con la mano para poder ver a la pareja que pasea por la carretera de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, jugueteando entre la llovizna. Han desaparecido los coches, la gente. Solo dos bicicletas entre las aceras ajardinadas usando sus timbres para despertarnos. Es una imagen conocida, una fotografía en blanco y negro de hace 100 años o quizá doscientos, trescientos o miles de años, de antes que se inventaran las bicicletas, de antes que se inventase nada y el hombre pasease por el mundo en busca de un refugio y algo de comida. La imagen de la búsqueda del otro no importa la situación, la esclavitud, el dolor, la riqueza o la locura. Cuando lo encuentras  desaparece todo, ya nada es más importante. Y te conviertes en el rey y yo en el corazón del león. 
Vivimos una media de 80 años, casi los mismos que hace de las tumbas colectivas de los judíos en el holocausto. Montañas de cuerpos, despojos de piel y huesos masacrados, gaseados, tiroteados ¿por ser qué? Encontrados como montones de ropa vieja, pero donde el pijama era de mayor valor que el cuerpo y le era arrebatado para el nuevo que llegaba. Imagen que se repite en Camboya, Argelia, China, Rusia, El Congo, Las Cruzadas, El impero romano ... así hasta llegar al Homo sapiens acabando con el Neandertal. Y si es ése nuestro objetivo? Ser las botas, el pantalón o la chaqueta para el nuevo, que empuja para cambiar  lo que no cambia ni cambiará jamás por que la historia se repite una y otra vez y no nos damos cuenta hasta que ha pasado.
Entro en la cocina y leo tu nota y me preparo el desayuno y la vuelvo a leer. El zumo de naranja sabe más dulce con el sonido imaginario de tus palabras y releo de nuevo y cada vez es una caricia, una sonrisa , un beso. Y si tú fueras mis zapatos o yo tu pantalón? No lo sé , ni lo voy a pensar. Solo sé que me siento como los antiguos conquistadores, investigadora de pieles y suspiros, embajadora de besos y manos, doctora en tiritas y oídos sordos, comedora de cerebros y patatas. No voy a ducharme, no quiero, voy mantener tu olor el mayor tiempo posible y quizá así se me vaya esta añoranza y si no lo consigo saltaré a la calle y el bullicio aparecerá de nuevo y compraré pijamas, rayas, bucearé entre cordilleras de pellejos humanos, pústulas sanguinolentas y negreros resabidos hasta que tu sonrisa me encuentre y todo desaparezca.



domingo, 9 de marzo de 2014

Diarios de locura: Anheta.




Anheta es una mujer jovial, vigorosa,vivaz. Ojos que han empequeñecido por el paso del tiempo, arrugas en la comisura de los labios de fumar. Lleva toda su vida soñando con ser amada, reconocida o simplemente entendida. Se casó muy joven escapando de una familia que la ninguneaba o así lo sentía ella. Tercera hija de cuatro hermanos vivió en un mundo de y para hombres y eso forjó su carácter fuerte, decidido. Conoció al que ahora es su marido y en seguida hicieron planes de vida, hasta que su embarazo volcó rápidamente todas sus aspiraciones y se cambiaron por otra vida en común. Durante muchos años adoptó el papel de madre y esposa, tirando del carro de la vida de un hombre bueno, pero que casi nunca estaba a la altura de las circunstancias. Un hombre que confundía querer con seguir, que necesitaba que le explicasen como y cuando hacer. cuando querer, cuando escuchar, cuando salir y como entrar. Los primeros años transcurrían plácidamente, incluso algunos planes se cumplían, como aquella visita a Sevilla cuando la nena tenía apenas tres años y llenó sus vidas durante varios años, recordando y hasta mejorando los acontecimientos vividos. Tenía un compañero de vida, de batallas, alguien que escuchaba y asentía y ella entendía como comprensión.  Los años pasaban y Anheta sentía que no era escuchada que hasta la nena, que se hacía mayor, tenía mejor vida que la suya. Aún así, mantenía la sonrisa de su cara.
Aquella navidad llegó a la conclusión que, tras 25 años de convivencia, se había convertido en almeja. Se había quedado, no sabe ni cuando ni como, varada en la playa mientras la arena la había ido tapando hasta hacerla desaparecer por completo. Pasaban las olas, las personas, los años y seguía varada sacando la lengua de la concha para alimentarse y tomar consciencia de vida.
Escuchaba callada, oculta, las conversaciones ajenas, notaba las pisadas a su alrededor y muchas veces deseó ser encontrada entre la arena. En un arrebato sacó los pies y comenzó a caminar dejando, al compañero de tantos años sentado en la playa, esperando que le dijese donde escarbar y encontrarla.
.- "Aquí, busca aquí". Fue la última vez que hablaron.
Allí se quedó, el buen hombre, haciendo un agujero, buscando no sabía exactamente qué, por que ya no tenía quien le dijese qué encontrar..