sábado, 13 de julio de 2013

Eres tan grande como un oso.


Puedes encontrarlo mirando el mar, paseando por acantilados, sentado en la hierba al lado de la lápida que hizo con sus propias manos y donde se puede leer "hreint sál" o limpiando su barca, varada desde el día que Magda le contó de sus miedos a perderle. Ojos sonrientes, azules ( el color de su orgullo) voz dura, grave, cara de ogro comedor de niños crudos, grande como un ciprés y manos de gigante que abarcan más de lo que pueden coger. Sus gruñidos asustan a los niños cuando me busca en el colegio y sus pasos, retumbando en el pasillo, me sacan una sonrisa. Llega el paladín. Él me salvará de las garras de la directora malvada que siempre lo llama.
-"Solo es algo inquieta, tenga paciencia".
El guiño de un ojo y la mano estirada es la señal precisa para comenzar a caminar hacia la salida de mi cárcel particular.
-"¿Cuantas veces?".
-"Nunca más abuelo, lo prometo".
 Me abraza y subo a su cuello con mi traje de princesa Disney.
-"Tú, siempre tú".
-" ...Pero es que no me dejan tranquila"
... y me lleva al mar. Corremos por la arena e, inexplicablemente, siempre gano.

Me sube al barco y cuenta historias de sirenas, de monstruos voladores que surgen el fondo del océano y que él termina por enviar a otros lados, de mundos perdidos, de razas extintas y que en otros tiempos fueron prósperas. No sabe más que de su isla, ni de libros, ni filósofos pero sí de lo más importante, de amor. Amor cálido e incondicional que llena de abrazos fuertes, eternos y que termino buscando como un perro hambriento, de besos y mordiscos de oso, de chocolate asqueroso en mi habitación hablando de la vida. " Nunca olvides que esta es tu casa", " sé fiel a tu espíritu". "Si te encuentras sola busca una estrella y nómbrala, ella te traerá de vuelta".
Me enseña lo que es conocimiento silencioso y lo sigo, lo río. Pasa días educándome en la caza de gaviotas, pisando el huerto de Magda que le recrimina su poca cabeza. - "¿Ese es el ejemplo que le das a la niña?"- y me río.- " La abuela siempre tiene razón" pero sigo riendo.



Magda, el amor que se fue a buscar a Dinamarca y le acompaña desde hace 50 años.  Compañera de compañía, de dolor, de reconocimiento mutuo, de vendajes, remiendos, regañinas, virtudes. La bruja de la naturaleza que le sana todos sus males, el faro que lo lleva, muchas veces a regañadientes, pero a la que ha adorado toda su existencia.
Encuentro el libro donde anotaba sus pasiones secretas y solo hay fotos y fechas: la del nacimiento del amor, de los hijos y nietos, de los primeros dientes caídos y una foto de mi cara llena de barro el sía que caí en medio de un charco mientras blandía la espada mágica de los vikingos a la caza del tesoro. Ahí aprendí la dura vida de los vikingos, siempre tenían que bañarse.

Hoy llega el fin de un hombre, se ha quemado su barco. Lo han hechos sus vecinos, amigos de vida y muchas juergas, honorables y ancianos personajes que me observan con afecto porque intento no llorar.
Se acabaron los gritos de guerra: "Mariposa, ya está aquí" a la llegada de la aurora que olía de lejos, la contemplación de la luna sentada en sus rodillas en la escalera de la entrada, se acabaron excursiones en coche porque no se fiaba de nadie más. Los gruñidos de recriminación por los agujeros en las orejas. Se acabó el olor a mar de sus cabellos blancos, los baños de mar en pleno diciembre. Ya no podrá ir a Australia a zumbarle a mi primer novio. Se terminó su presencia física pero no su vivencia, no su esencia que seguirá presente en los acantilados, contemplando el mar junto a la hierba. Seguirás siendo grande, como un oso.

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